La Santa Sede
EXHORTACIÓN APOSTÓLICA
LAUDATE DEUM
DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A TODAS LAS PERSONAS DE BUENA VOLUNTAD SOBRE LA
CRISIS CLIMÁTICA
1. «Alaben
a Dios por todas sus criaturas». Esta era la invitación que hacía san Francisco
de Asís con su vida, con sus cánticos, con sus gestos. Así recogía la propuesta
de los salmos de la Biblia y reproducía la sensibilidad de Jesús ante las
criaturas de su Padre: «Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin
fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su
gloria, se vistió como uno de ellos» (Mt 6,28-29). «¿No se venden acaso cinco
pájaros por dos monedas? Sin embargo, Dios no olvida a ninguno de ellos» (Lc
12,6). ¡Cómo no admirar esta ternura de Jesús ante todos los seres que nos acompañan
en el camino!
2. Han
pasado ya ocho años desde que publiqué la Carta encíclica Laudato si’, cuando
quise compartir con todos ustedes, hermanas y hermanos de nuestro sufrido
planeta, mis más sentidas preocupaciones sobre el cuidado de la casa común.
Pero con el paso del tiempo advierto que no tenemos reacciones suficientes
mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás acercándose a un
punto de quiebre. Más allá de esta posibilidad, es indudable que el impacto del
cambio climático perjudicará de modo creciente las vidas y las familias de
muchas personas. Sentiremos sus efectos en los ámbitos de la salud, las fuentes
de trabajo, el acceso a los recursos, la vivienda, las migraciones forzadas,
etc.
3. Es un
problema social global que está íntimamente relacionado con la dignidad de la
vida humana. Los obispos de Estados Unidos manifestaron muy bien el sentido
social de nuestra preocupación por el cambio climático que va más allá de un
planteo meramente ecológico, porque «nuestro cuidado mutuo y nuestro cuidado de
la tierra están íntimamente unidos. El cambio climático es uno de los
principales desafíos a los que se enfrentan la sociedad y la comunidad mundial.
Los efectos del cambio climático son soportados por las personas más vulnerables,
ya sea en casa o en todo el mundo». [1] En pocas palabras lo dijeron también
los obispos en el Sínodo para la Amazonia: «Los atentados contra la naturaleza
tienen consecuencias contra la vida de los pueblos». [2] Y para expresar de
modo contundente que ya no se trata de una cuestión secundaria o ideológica
sino de un drama que nos daña a todos, los obispos africanos afirmaron que el
cambio climático pone de manifiesto «un impactante ejemplo de pecado
estructural». [3]
4. La
reflexión y la información que podemos recoger de estos últimos ocho años, nos
permite precisar y completar lo que podíamos afirmar tiempo atrás. Por esta
razón, y porque la situación se vuelve más imperiosa todavía, he querido
compartir con ustedes estas páginas.
1. La crisis climática global
5. Por más
que se pretendan negar, esconder, disimular o relativizar, los signos del
cambio climático están ahí, cada vez más patentes. Nadie puede ignorar que en
los últimos años hemos sido testigos de fenómenos extremos, períodos frecuentes
de calor inusual, sequía y otros quejidos de la tierra que son sólo algunas
expresiones palpables de una enfermedad silenciosa que nos afecta a todos. Es
verdad que no cabe atribuir de modo habitual cada catástrofe concreta al cambio
climático global. Sin embargo, sí es verificable que determinados cambios en el
clima provocados por la humanidad aumentan notablemente la probabilidad de
fenómenos extremos cada vez más frecuentes e intensos. Por eso sabemos que cada
vez que aumente la temperatura global en 0,5 grados centígrados, aumentarán
también la intensidad y la frecuencia de grandes lluvias y aluviones en algunas
zonas, sequías severas en otras, calores extremos en ciertas regiones y grandes
nevadas en otras. [4] Si hasta ahora podíamos tener olas de calor algunas veces
al año, ¿qué pasaría con un aumento de la temperatura global de 1,5 grados
centígrados, del cual estamos cerca? Esas olas de calor serán mucho más
frecuentes y con mayor intensidad. Si llega a superar los 2 grados, se
derretirían totalmente las capas de hielo de Groenlandia y de buena parte de la
Antártida, [5] con enormes y gravísimas consecuencias para todos.
Resistencias y confusiones
6. En los
últimos años no han faltado personas que pretendieron burlarse de esta
constatación. Mencionan supuestos datos científicamente sólidos, como el hecho
de que el planeta siempre tuvo y tendrá períodos de enfriamiento y de
calentamiento. Olvidan mencionar otro dato relevante: que lo que estamos
verificando ahora es una inusual aceleración del calentamiento, con una
velocidad tal que basta una sola generación —no siglos ni milenios— para
constatarlo. El aumento del nivel del mar y el derretimiento de los glaciares
pueden ser fácilmente percibidos por una persona a lo largo de su vida, y
probablemente en pocos años muchas poblaciones deberán trasladar sus hogares a
causa de estos hechos. 2
7. Para
ridiculizar a quienes hablan del calentamiento global, se acude al hecho de que
suelen verificarse fríos también extremos. Se olvida que éste y otros síntomas
extraordinarios no son más que diversas expresiones alternativas de la misma
causa: el desajuste global que provoca el calentamiento del planeta. Tanto las
sequías como las inundaciones, tanto los lagos que se secan como las
poblaciones arrasadas por maremotos o desbordes, tienen en definitiva el mismo
origen. Por otra parte, si hablamos de un fenómeno global no podemos
confundirlo con eventos transitorios y cambiantes, que se explican en buena
parte por factores locales.
8. La falta
de información lleva a confundir las grandes proyecciones climáticas que
suponen períodos largos —hablamos al menos de décadas— con las previsiones
meteorológicas que a lo sumo pueden abarcar algunas semanas. Cuando hablamos
del cambio climático nos referimos a una realidad global —con constantes
variaciones locales— que persiste durante varias décadas.
9. Con la
pretensión de simplificar la realidad, no faltan quienes responsabilizan a los
pobres porque tienen muchos hijos y hasta pretenden resolverlo mutilando a las
mujeres de países menos desarrollados. Como siempre, pareciera que la culpa es
de los pobres. Pero la realidad es que un bajo porcentaje más rico del planeta
contamina más que el 50% más pobre de toda la población mundial, y que la
emisión per cápita de los países más ricos es muchas veces mayor que la de los
más pobres. [6] ¿Cómo olvidar que África, que alberga más de la mitad de los
más pobres del planeta, es responsable de una mínima parte de las emisiones
históricas?
10. También
suele decirse que los esfuerzos por mitigar el cambio climático, reduciendo el
uso de combustibles fósiles y desarrollando formas de energía más limpias,
provocará una reducción de los puestos de trabajo. Lo que ocurre es que
millones de personas pierden su empleo debido a las diversas consecuencias del
cambio climático: tanto el aumento del nivel del mar como las sequías y muchos
otros fenómenos que afectan al planeta, han dejado a mucha gente a la deriva.
Por otra parte, la transición hacia formas renovables de energía, bien
gestionada, así como todos los esfuerzos de adaptación a los daños del cambio
climático, son capaces de generar innumerables puestos de trabajo en diferentes
sectores. Esto requiere que los políticos y empresarios estén ahora mismo ocupándose
de ello.
Las causas humanas
11. Ya no
se puede dudar del origen humano —“antrópico”— del cambio climático. Veamos por
qué. La concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, que por
ese efecto provocan el calentamiento de la tierra, se mantuvo estable hasta el
siglo XIX, por debajo de las 300 partes por millón en volumen. Pero a mediados
de ese siglo, en coincidencia con el desarrollo industrial, comenzaron a crecer
las emisiones. En los últimos cincuenta años el aumento se aceleró
notablemente, como lo ha certificado el observatorio de Mauna Loa, que toma
medidas diarias de dióxido de carbono desde el año 1958. Mientras escribía la
Laudato si’ se alcanzó el máximo de la historia —400 partes por millón— hasta
llegar en junio de 2023 a las 423 partes por 3 millón. [7] Más del 42% del
total de las emisiones netas a partir del año 1850 se produjeron después de
1990. [8]
12. Al
mismo tiempo verificamos que en los últimos cincuenta años la temperatura
aumentó con una velocidad inédita, sin precedentes en los últimos dos mil años.
En este período la tendencia fue de un calentamiento de 0,15 grados centígrados
por década, el doble de lo ocurrido en los últimos 150 años. Desde 1850 hasta
hoy la temperatura global aumentó 1,1 grados centígrados, fenómeno que se
amplifica en las áreas polares. A este ritmo, es posible que en diez años
alcanzaremos el límite máximo global deseable de 1,5 grados centígrados. [9] El
aumento no se dio sólo en la superficie terrestre, sino también en varios
kilómetros hacia arriba en la atmósfera, en la superficie de los océanos y aun
en profundidades por cientos de metros. Así se incrementó además la
acidificación de los mares y se redujeron sus niveles de oxígeno. Los glaciares
se retraen, disminuye la cobertura nevosa y sube constantemente el nivel del
mar. [10]
13. No es
posible ocultar la coincidencia de estos fenómenos climáticos globales con el
crecimiento acelerado de la emisión de gases de efecto invernadero sobre todo
desde mediados del siglo XX. Una abrumadora mayoría de científicos
especializados en clima sostienen esta correlación y sólo un ínfimo porcentaje
de ellos intenta negar esta evidencia. Lamentablemente la crisis climática no
es precisamente un asunto que interese a los grandes poderes económicos,
preocupados por el mayor rédito posible con el menor costo y en el tiempo más
corto que se pueda.
14. Me veo
obligado a hacer estas precisiones, que pueden parecer obvias, debido a ciertas
opiniones despectivas y poco racionales que encuentro incluso dentro de la
Iglesia católica. Pero ya no podemos dudar de que la razón de la inusual
velocidad de estos peligrosos cambios es un hecho inocultable: las enormes
novedades que tienen que ver con la desbocada intervención humana sobre la
naturaleza en los dos últimos siglos. Los elementos de origen natural que
suelen provocar calentamiento, como las erupciones volcánicas y otros, son
insuficientes para explicar la proporción y la velocidad de los cambios de las
últimas décadas. [11] La evolución de las temperaturas medias superficiales no
se sostiene sin el efecto del aumento de los gases de efecto invernadero.
Daños y riesgos
15. Algunas
manifestaciones de esta crisis climática ya son irreversibles al menos por
cientos de años, como el aumento de la temperatura global de los océanos, su
acidificación y disminución de oxígeno. Las aguas oceánicas tienen una inercia
térmica y se requieren siglos para normalizar la temperatura y la salinidad, lo
cual afecta la supervivencia de muchas especies. Este es un signo entre tantos
otros de que las demás criaturas de este mundo han dejado de ser compañeros de
camino para convertirse en nuestras víctimas. 4
16. Lo
mismo hay que decir del proceso que lleva a la disminución del hielo
continental. El derretimiento de los polos no podrá revertirse por cientos de
años. En lo que respecta al clima, hay factores que siguen adelante durante
mucho tiempo, independientemente de los hechos que los hayan desencadenado. Por
esta razón, ya no podemos detener el enorme daño que hemos causado. Sólo
estamos a tiempo para evitar daños todavía más dramáticos.
17. Ciertos
diagnósticos apocalípticos suelen parecer poco racionales o insuficientemente
fundados. Esto no debería llevarnos a ignorar que la posibilidad de llegar a un
punto crítico es real. Pequeños cambios pueden provocar cambios mayores,
imprevistos y quizás ya irreversibles, debido a los factores de inercia. Así se
terminaría desencadenando una cascada de acontecimientos que se precipiten como
una bola de nieve. En un caso así siempre se llegará tarde, porque ninguna
intervención podrá detener el proceso ya iniciado. De allí no se regresa. No
podemos afirmar con certeza que en las condiciones actuales esto vaya a
suceder. Sí es seguro que no deja de ser una posibilidad si tenemos en cuenta
fenómenos ya en curso que “sensibilizan” al clima, como la disminución de los
hielos, las modificaciones de flujos oceánicos, la deforestación en las selvas
tropicales, el derretimiento del permafrost en Rusia, etc. [12]
18. Por
consiguiente, urge una mirada más amplia que nos permita no sólo admirarnos por
las maravillas del progreso, sino también es apremiante prestar atención a
otros efectos que probablemente ni siquiera podían imaginarse un siglo atrás.
Se nos pide nada más que algo de responsabilidad ante la herencia que dejaremos
tras nuestro paso por este mundo.
19.
Finalmente podemos agregar que la pandemia del covid-19 ha constatado la
estrecha relación de la vida humana con la de otros seres vivientes y con el
medio ambiente. Pero en especial ha confirmado que lo que ocurre en cualquier
lugar del mundo tiene repercusiones en todo el planeta. Esto me permite repetir
dos convicciones en las cuales insisto hasta el cansancio: “todo está
conectado” y “nadie se salva solo”.
2. Más paradigma tecnocrático
20. En
Laudato si’ ofrecí un breve desarrollo acerca del paradigma tecnocrático que
está detrás del proceso actual de degradación del ambiente. Es «un modo de
entender la vida y la acción humana que se ha desviado y que contradice la
realidad hasta dañarla». [13] En el fondo consiste en pensar «como si la
realidad, el bien y la verdad brotaran espontáneamente del mismo poder
tecnológico y económico». [14] Como lógica consecuencia, «de aquí se pasa
fácilmente a la idea de un crecimiento infinito o ilimitado, que ha
entusiasmado tanto a economistas, financistas y tecnólogos». [15]
21. Durante
los últimos años hemos podido confirmar este diagnóstico al mismo tiempo que
hemos asistido a un nuevo avance de dicho paradigma. La inteligencia artificial
y las últimas novedades tecnológicas parten de la idea de un ser humano sin
límite alguno, cuyas capacidades 5 y posibilidades podrían ser ampliadas hasta
el infinito gracias a la tecnología. Así, el paradigma tecnocrático se
retroalimenta monstruosamente.
22. Sin
duda no son ilimitados los recursos naturales que requiere la tecnología, como
el litio, el silicio y tantos otros, pero el mayor problema es la ideología que
subyace a una obsesión: acrecentar el poder humano más allá de lo imaginable,
frente al cual la realidad no humana es un mero recurso a su servicio. Todo lo
que existe deja de ser un don que se agradece, se valora y se cuida, y se
convierte en un esclavo, en víctima de cualquier capricho de la mente humana y
sus capacidades.
23. Provoca
escalofríos advertir que las capacidades ampliadas por la tecnología «dan a
quienes tienen el conocimiento, y sobre todo el poder económico para
utilizarlo, un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del
mundo entero. Nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada
garantiza que vaya a utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo como
lo está haciendo […]. ¿En manos de quiénes está y puede llegar a estar tanto
poder? Es tremendamente riesgoso que resida en una pequeña parte de la
humanidad». [16]
Repensar nuestro uso del poder
24. No todo
aumento de poder es un progreso para la humanidad. Basta pensar en las
tecnologías “admirables” que fueron utilizadas para diezmar poblaciones, lanzar
bombas atómicas, aniquilar etnias. Fueron momentos históricos donde la
admiración ante el progreso no dejaba ver lo horroroso de sus efectos. Pero
este riesgo está siempre presente, porque «el inmenso crecimiento tecnológico
no estuvo acompañado de un desarrollo del ser humano en responsabilidad,
valores, conciencia […]. Está desnudo y expuesto frente a su propio poder, que
sigue creciendo, sin tener los elementos para controlarlo. Puede disponer de
mecanismos superficiales, pero podemos sostener que le falta una ética sólida,
una cultura y una espiritualidad que realmente lo limiten y lo contengan en una
lúcida abnegación». [17] No es extraño que un poder tan grande en semejantes
manos sea capaz de arrasar con la vida, mientras la matriz de pensamiento
propia del paradigma tecnocrático nos enceguece y no nos permite advertir este
gravísimo problema de la humanidad actual.
25. En
contra de este paradigma tecnocrático decimos que el mundo que nos rodea no es
un objeto de aprovechamiento, de uso desenfrenado, de ambición ilimitada. Ni
siquiera podemos decir que la naturaleza es un mero “marco” donde desarrollamos
nuestra vida y nuestros proyectos, porque «estamos incluidos en ella, somos
parte de ella y estamos interpenetrados», [18] de manera que «el mundo no se
contempla desde fuera sino desde dentro». [19]
26. Esto
mismo excluye la idea de que el ser humano sea un extraño, un factor externo
sólo capaz de dañar el ambiente. Debe ser considerado como parte de la
naturaleza. La vida humana, la inteligencia y la libertad integran la
naturaleza que enriquece a nuestro planeta y son parte de 6 sus fuerzas
internas y de su equilibrio.
27. Por eso
un ambiente sano también es producto de la interacción del ser humano con el
ambiente, como ocurre en las culturas indígenas y como ha ocurrido durante
siglos en distintas regiones de la tierra. Los grupos humanos muchas veces han
“creado” ambiente, [20] lo han remodelado de alguna manera sin destruirlo ni
ponerlo en peligro. El gran problema actual es que el paradigma tecnocrático ha
destrozado esta sana y armónica relación. De todos modos, la indispensable
superación de ese paradigma tan dañino y destructivo no se encontrará en una
negación del ser humano, sino que incluye la interacción de los sistemas
naturales «con los sistemas sociales». [21]
28.
Necesitamos repensar entre todos la cuestión del poder humano, cuál es su
sentido, cuáles son sus límites. Porque nuestro poder ha aumentado
frenéticamente en pocas décadas. Hemos hecho impresionantes y asombrosos
progresos tecnológicos, y no advertimos que al mismo tiempo nos convertimos en
seres altamente peligrosos, capaces de poner en riesgo la vida de muchos seres
y nuestra propia supervivencia. Cabe repetir hoy la ironía de Soloviev: «Un
siglo tan avanzado que era también el último». [22] Hace falta lucidez y honestidad
para reconocer a tiempo que nuestro poder y el progreso que generamos se
vuelven contra nosotros mismos. [23]
El aguijón ético
29. La
decadencia ética del poder real se disfraza gracias al marketing y la
información falsa, mecanismos útiles en manos de quienes tienen mayores
recursos para incidir en la opinión pública a través de ellos. Con la ayuda de
estos mecanismos, cuando se piensa iniciar un emprendimiento con fuerte
intervención sobre el ambiente y altos efectos contaminantes, se ilusiona a los
pobladores de la zona hablando del progreso local que podrá generarse o de las
posibilidades económicas, laborales y de promoción humana que esto significará
para sus hijos. Pero en realidad no parece interesarles de verdad el futuro de
estas personas, porque no se les dice con claridad que detrás de ese
emprendimiento quedarían una tierra arrasada; unas condiciones mucho más
desfavorables para vivir y prosperar; una región desolada, menos habitable, sin
vida y sin la alegría de la convivencia y de la esperanza; además del daño
global que termina perjudicando a muchos más.
30. Basta
pensar en el efímero entusiasmo del dinero que se recibió a cambio de depositar
en un lugar residuos nucleares. La casa que se pudo comprar con ese dinero se
convirtió en una tumba a causa de las enfermedades que se desencadenaron. Y no
hablo movido por una imaginación desbordada sino a partir de algo que hemos
vivido. Podría decirse que se trata de un ejemplo extremo, pero no cabe hablar
aquí de daños “menores”, porque es precisamente la sumatoria de muchos daños
que se consideran tolerables lo que termina llevándonos a la situación en la
que ahora nos encontramos. 7
31. Esta
situación no tiene que ver sólo con la física o la biología, sino también con
la economía y nuestro modo de concebirla. La lógica del máximo beneficio con el
menor costo, disfrazada de racionalidad, de progreso y de promesas ilusorias,
vuelve imposible cualquier sincera preocupación por la casa común y cualquier
inquietud por promover a los descartados de la sociedad. En los últimos años
podemos advertir que, aturdidos y extasiados frente a las promesas de tantos
falsos profetas, a veces los mismos pobres caen en el engaño de un mundo que no
se construye para ellos.
32. Se
desarrollan planteos equivocados en torno a la llamada “meritocracia”,
convertida en un “merecido” poder humano al que todo debe someterse, en un
dominio de los que nacieron con mejores condiciones de desarrollo. Una cosa es
un sano planteo sobre el valor del esfuerzo, el desarrollo de las propias
capacidades y un loable espíritu de iniciativa, pero si no se busca una real
igualdad de oportunidades esto se convierte fácilmente en una pantalla que
consolida más aún los privilegios de unos pocos con mayor poder. Dentro de esta
lógica perversa, ¿qué les importa el daño a la casa común si ellos se sienten
seguros bajo la supuesta armadura de los recursos económicos que han conseguido
con su capacidad y con su esfuerzo?
33. En la
propia conciencia, y ante el rostro de los hijos que pagarán el daño de sus
acciones, aparece la pregunta por el sentido: ¿qué sentido tiene mi vida, qué
sentido tiene mi paso por esta tierra, qué sentido tienen, en definitiva, mi
trabajo y mi esfuerzo?
3. La debilidad de la política internacional
34. Si bien
«la historia da muestras de estar volviendo atrás […] cada generación ha de
hacer suyas las luchas y los logros de las generaciones pasadas y llevarlas a
metas más altas aún. Es el camino. El bien, como también el amor, la justicia y
la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados
cada día». [24] Para que haya avances sólidos y duraderos, me permito insistir
que «deben ser favorecidos los acuerdos multilaterales entre los Estados». [25]
35. No es
conveniente confundir el multilateralismo con una autoridad mundial concentrada
en una persona o en una élite con excesivo poder: «Cuando se habla de la
posibilidad de alguna forma de autoridad mundial regulada por el derecho no
necesariamente debe pensarse en una autoridad personal». [26] Hablemos sobre
todo de «organizaciones mundiales más eficaces, dotadas de autoridad para
asegurar el bien común mundial, la erradicación del hambre y la miseria, y la
defensa cierta de los derechos humanos elementales». [27] La cuestión es que
deben estar dotadas de autoridad real de manera que se pueda “asegurar” el
cumplimiento de algunos objetivos irrenunciables. De este modo se daría lugar a
un multilateralismo que no dependa de las circunstancias políticas cambiantes o
de los intereses de unos pocos y que tenga una eficacia estable. 8
36. Sigue
siendo lamentable que las crisis mundiales sean desaprovechadas cuando serían
la ocasión para provocar cambios saludables. [28] Es lo que ocurrió en la
crisis financiera de 2007- 2008 y ha vuelto a ocurrir en la crisis del
covid-19. Porque «las verdaderas estrategias que se desarrollaron
posteriormente en el mundo se orientaron a más individualismo, a más
desintegración, a más libertad para los verdaderos poderosos que siempre
encuentran la manera de salir indemnes». [29]
Reconfigurar el multilateralismo
37. Más que
salvar el viejo multilateralismo, parece que el desafío actual está en
reconfigurarlo y recrearlo teniendo en cuenta la nueva situación mundial. Los
invito a reconocer que «tantas agrupaciones y organizaciones de la sociedad
civil ayudan a paliar las debilidades de la Comunidad internacional, su falta
de coordinación en situaciones complejas, su falta de atención frente a
derechos humanos». [30] Por ejemplo, el proceso de Ottawa contra el uso,
producción y manufactura de las minas antipersonales es un ejemplo que muestra
cómo la sociedad civil con sus organizaciones es capaz de crear dinámicas
eficientes que las Naciones Unidas no logran. De este modo, se aplica el
principio de subsidiariedad también a la relación mundial-local.
38. A
mediano plazo, la globalización favorece intercambios culturales espontáneos,
mayor conocimiento mutuo y caminos de integración de las poblaciones que
terminen provocando un multilateralismo “desde abajo” y no simplemente decidido
por las élites del poder. Las exigencias que brotan desde abajo en todo el
mundo, donde luchadores de los más diversos países se ayudan y se acompañan,
pueden terminar presionando a los factores de poder. Es de esperar que esto
ocurra con respecto a la crisis climática. Por eso reitero que «si los
ciudadanos no controlan al poder político —nacional, regional y municipal—,
tampoco es posible un control de los daños ambientales». [31]
39. La
cultura posmoderna generó una nueva sensibilidad hacia los que son más débiles
y menos dotados de poder. Esto se conecta con mi insistencia en la Carta
encíclica Fratelli tutti sobre el primado de la persona humana y la defensa de
su dignidad más allá de toda circunstancia. Es otro modo de invitar al
multilateralismo en orden a resolver los problemas reales de la humanidad,
procurando ante todo el respeto a la dignidad de las personas de manera que la
ética prime por sobre las conveniencias locales o circunstanciales.
40. No se
trata de reemplazar a la política, porque por otro lado las potencias emergentes
se vuelven cada vez más relevantes y de hecho son capaces de obtener resultados
importantes en la resolución de problemas concretos, como algunas de ellas han
demostrado en la pandemia. Precisamente el hecho de que las respuestas a los
problemas puedan venir de cualquier país, aunque sea pequeño, termina
presentando al multilateralismo como un camino inevitable.
41. La
vieja diplomacia, también en crisis, sigue mostrando su importancia y su
necesidad. 9 Todavía no ha logrado generar un modelo de diplomacia multilateral
que responda a la nueva configuración del mundo, pero, si sabe reconfigurarse,
debe ser parte de la solución, porque la experiencia de siglos tampoco puede
ser desechada.
42. El
mundo se vuelve tan multipolar y a la vez tan complejo que se requiere un marco
diferente de cooperación efectiva. No basta pensar en los equilibrios de poder
sino también en la necesidad de dar respuesta a los nuevos desafíos y de
reaccionar con mecanismos globales ante los retos ambientales, sanitarios,
culturales y sociales, especialmente para consolidar el respeto a los derechos
humanos más elementales, a los derechos sociales y al cuidado de la casa común.
Se trata de establecer reglas globales y eficientes que permitan “asegurar”
esta tutela mundial.
43. Todo esto
supone generar un nuevo procedimiento de toma de decisiones y de legitimación
de esas decisiones, porque el establecido varias décadas atrás no es suficiente
ni parece eficaz. En este marco necesariamente se requieren espacios de
conversación, de consulta, de arbitraje, de resolución de conflictos y de
supervisión, y en definitiva una suerte de mayor “democratización” en el ámbito
global para que se expresen e incorporen las variadas situaciones. Ya no nos
servirá sostener instituciones para preservar los derechos de los más fuertes
sin cuidar los de todos.
4. Las conferencias sobre el clima: avances y fracasos
44. Desde
hace décadas, representantes de más de 190 países se reúnen periódicamente para
tratar la cuestión climática. La Conferencia de Río de Janeiro de 1992 llevó a
la adopción de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio
Climático (CMNUCC), un tratado que entró en vigor cuando se alcanzaron las
necesarias ratificaciones de los países firmantes en 1994. Estos Estados se reúnen
cada año en la Conferencia de las Partes (COP), máximo organismo para la toma
de decisiones. Algunas fueron fracasos, como la de Copenhague (2009), mientras
otras permitieron dar pasos importantes, como la COP3 de Kyoto (1997). Su
valioso Protocolo es el que puso como objetivo reducir las emisiones
complexivas de gases de efecto invernadero un 5% con respecto a 1990. El plazo
era el año 2012, pero evidentemente no se cumplió.
45. Todas
las partes se comprometían además a implementar programas de adaptación para
reducir los efectos del cambio climático ya en curso. Se preveía también una
ayuda para cubrir los costos de estas medidas en los países en vías de
desarrollo. El Protocolo en realidad entró en vigor en 2005.
46.
Posteriormente se propuso un mecanismo relativo a las pérdidas y los daños
(loss and damage) causados por el cambio climático, que reconoce como
principales responsables a los países más ricos y procura compensar los daños y
las pérdidas que el cambio climático produce en los países más vulnerables. No
se trata ya de financiar la “adaptación” de estos países sino de 10
compensarlos por los daños ya sufridos. Esta cuestión fue objeto de importantes
discusiones en varias COP.
47. La
COP21 de París (2015) fue otro momento significativo, porque generó un acuerdo
que involucró a todos. Puede considerarse un nuevo comienzo, teniendo en cuenta
el incumplimiento de los objetivos planteados en la etapa anterior. El acuerdo
entró en vigor el 4 de noviembre de 2016. Si bien es un acuerdo vinculante, no
todas las prescripciones son obligaciones en sentido estricto y algunas de
ellas dan lugar a una amplia discrecionalidad. Por otra parte, aun para las
obligaciones incumplidas no se prevén estrictamente sanciones ni hay
instrumentos eficaces para garantizar su cumplimiento. Prevé también formas de
flexibilidad para países en vías de desarrollo.
48. El
Acuerdo de París presenta un gran objetivo a largo plazo: mantener el aumento
de las temperaturas medias globales por debajo de los 2 grados con respecto a
los niveles preindustriales, intentando aun bajar a los 1,5 grados. Todavía se
está trabajando para consolidar prácticas concretas de monitorización y
facilitar criterios generales que permitan comparar los objetivos de los
distintos países. Esto dificulta una valoración más objetiva (cuantitativa) de
los resultados reales.
49. Después
de algunas Conferencias con escasos resultados, y la decepción de la COP25 de
Madrid (2019), se esperaba revertir esta inercia en la COP26 de Glasgow (2021).
Básicamente, su resultado fue relanzar el Acuerdo de París puesto en duda por
los condicionamientos y efectos de la pandemia. Por lo demás, abundaron las
“exhortaciones” cuya incidencia real era poco previsible. Las propuestas
tendientes a asegurar una transición rápida y efectiva hacia formas
alternativas de energía menos contaminantes no pudieron avanzar.
50. La
COP27 de Sharm El Sheikh (2022) estuvo desde el inicio amenazada por la
situación que creó la invasión a Ucrania, que causó una importante crisis
económica y energética. El uso del carbón aumentó y todos querían asegurarse su
abastecimiento. Los países en vías de desarrollo consideraban una prioridad
urgente acceder a la energía y a las posibilidades de desarrollo. Hubo un claro
sinceramiento al reconocer que de hecho los combustibles fósiles proveen
todavía el 80% de la energía mundial y que su uso sigue en aumento.
51. Esta
Conferencia egipcia fue un ejemplo más de la dificultad de las negociaciones.
Podría decirse que produjo al menos un avance en la consolidación del sistema
de financiación por “las pérdidas y los daños” en los países más afectados por
los desastres climáticos. Esto parecía dar nueva voz y mayor participación a
los países en vías de desarrollo. Pero aun en esta cuestión muchos puntos
quedaron imprecisos, sobre todo la responsabilidad concreta de los países que
deben aportar.
52. Hoy podemos
seguir afirmando que «los acuerdos han tenido un bajo nivel de implementación
11 porque no se establecieron adecuados mecanismos de control, de revisión
periódica y de sanción de los incumplimientos. Los principios enunciados siguen
reclamando caminos eficaces y ágiles de ejecución práctica». [32] También que
«las negociaciones internacionales no pueden avanzar significativamente por las
posiciones de los países que privilegian sus intereses nacionales sobre el bien
común global. Quienes sufrirán las consecuencias que nosotros intentamos
disimular recordarán esta falta de conciencia y de responsabilidad». [33]
5. ¿Qué se espera de la COP28 de Dubai?
53. Los
Emiratos Árabes Unidos hospedarán la próxima Conferencia de las Partes (COP28).
Es un país del Golfo Pérsico que se caracteriza por ser un gran exportador de
energías fósiles, si bien ha hecho importantes inversiones en energías
renovables. Mientras tanto, las empresas de gas y petróleo ambicionan nuevos
proyectos allí para ampliar más aún la producción. Decir que no hay nada que
esperar sería un acto suicida, porque implicaría exponer a toda la humanidad,
especialmente a los más pobres, a los peores impactos del cambio climático.
54. Si
confiamos en la capacidad del ser humano de trascender sus pequeños intereses y
de pensar en grande, no podemos dejar de soñar que esta COP28 dé lugar a una
marcada aceleración de la transición energética, con compromisos efectivos y
susceptibles de un monitoreo permanente. Esta Convención puede ser un punto de
inflexión, que muestre que todo lo que se ha hecho desde 1992 iba en serio y
valió la pena, o será una gran decepción y pondrá en riesgo lo bueno que se
haya podido lograr hasta ahora.
55. A pesar
de tantas negociaciones y acuerdos, las emisiones globales siguieron creciendo.
Es verdad que se puede afirmar que sin estos acuerdos habrían crecido todavía
más. Pero en otros temas relacionados con el medio ambiente, cuando hubo
voluntad, se obtuvieron resultados muy significativos, como ocurrió con la
protección de la capa de ozono. En cambio, la transición que se necesita, hacia
energías limpias como la eólica y la solar, abandonando los combustibles
fósiles, no tiene la velocidad necesaria. Por consiguiente, lo que se está
haciendo corre el riesgo de interpretarse sólo como un juego para distraer.
56.
Necesitamos superar la lógica de aparecer como seres sensibles y al mismo
tiempo no tener la valentía de producir cambios sustanciales. Sabemos que, a
este ritmo, sólo en pocos años superaremos el límite máximo deseable de 1,5
grados centígrados y en poco tiempo más podríamos llegar a los 3 grados, con un
alto riesgo de alcanzar un punto crítico. Aunque no se llegara a este punto de
no retorno, lo cierto es que las consecuencias serían desastrosas y deberían
tomarse medidas de modo precipitado, con costos enormes y con gravísimas e
intolerables consecuencias económicas y sociales. Si las medidas que tomemos
ahora tienen costos, estos serán muchos más pesados mientras más esperemos.
57.
Considero imprescindible insistir en que «buscar sólo un remedio técnico a cada
problema 12 ambiental que surja es aislar cosas que en la realidad están
entrelazadas y esconder los verdaderos y más profundos problemas del sistema
mundial». [34] Es verdad que son necesarios los esfuerzos de adaptación frente
a los males que son irreversibles en el corto plazo. También son positivas
algunas intervenciones y avances tecnológicos que permitan absorber o capturar
los gases emitidos. Pero corremos el riesgo de quedarnos encerrados en la lógica
de emparchar, colocar remiendos, atar con alambre, mientras por lo bajo avanza
un proceso de deterioro que continuamos alimentando. Suponer que cualquier
problema futuro podrá ser resuelto con nuevas intervenciones técnicas es un
pragmatismo homicida, como patear hacia adelante una bola de nieve.
58.
Terminemos de una vez con las burlas irresponsables que presentan este tema
como algo sólo ambiental, “verde”, romántico, frecuentemente ridiculizado por
los intereses económicos. Aceptemos finalmente que es un problema humano y
social en un variado arco de sentidos. Por eso se requiere un acompañamiento de
todos. Suelen llamar la atención en las Conferencias sobre el clima las
acciones de grupos que son criticados como “radicalizados”. Pero en realidad
ellos cubren un vacío de la sociedad entera, que debería ejercer una sana
“presión”, porque a cada familia le corresponde pensar que está en juego el
futuro de sus hijos.
59. Si hay
un interés sincero en lograr que la COP28 sea histórica, que nos honre y ennoblezca
como seres humanos, entonces sólo cabe esperar formas vinculantes de transición
energética que tengan tres características: que sean eficientes, que sean
obligatorias y que se puedan monitorear fácilmente. Esto para lograr que se
inicie un nuevo proceso destacado por tres aspectos: que sea drástico, que sea
intenso y que cuente con el compromiso de todos. No es lo que ocurrió en el
camino recorrido hasta ahora, y sólo con ese proceso se podría recuperar la
credibilidad de la política internacional, porque únicamente de esa manera
concreta será posible reducir notablemente el dióxido de carbono y evitar a
tiempo los peores males.
60. Ojalá
quienes intervengan puedan ser estrategas capaces de pensar en el bien común y
en el futuro de sus hijos, más que en intereses circunstanciales de algunos
países o empresas. Ojalá muestren así la nobleza de la política y no su
vergüenza. A los poderosos me atrevo a repetirles esta pregunta: «¿Para qué se
quiere preservar hoy un poder que será recordado por su incapacidad de
intervenir cuando era urgente y necesario hacerlo?». [35]
6. Las motivaciones
espirituales
61. A los
fieles católicos no quiero dejar de recordarles las motivaciones que brotan de
la propia fe. Aliento a los hermanos y hermanas de otras religiones a que hagan
lo mismo, porque sabemos que la fe auténtica no sólo da fuerzas al corazón
humano, sino que transforma la vida entera, transfigura los propios objetivos,
ilumina la relación con los demás y los lazos con todo lo creado. 13
A la luz de la fe
62. La
Biblia narra que «Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno» (
Gn 1,31). De Él es «la tierra y todo lo que hay en ella» ( Dt 10,14). Por eso
Él nos dice: «La tierra no podrá venderse definitivamente, porque la tierra es
mía, y ustedes son para mí como extranjeros y huéspedes» ( Lv 25,23). Entonces,
«esta responsabilidad ante una tierra que es de Dios implica que el ser humano,
dotado de inteligencia, respete las leyes de la naturaleza y los delicados
equilibrios entre los seres de este mundo». [36]
63. Por
otra parte, «el conjunto del universo, con sus múltiples relaciones, muestra
mejor la inagotable riqueza de Dios». Por consiguiente, para ser sabios,
«necesitamos captar la variedad de las cosas en sus múltiples relaciones». [37]
En este camino de sabiduría, no es irrelevante para nosotros que desaparezcan
tantas especies, que la crisis climática ponga en riesgo la vida de tantos
seres.
64. Jesús
«podía invitar a otros a estar atentos a la belleza que hay en el mundo porque
él mismo estaba en contacto permanente con la naturaleza y le prestaba una
atención llena de cariño y asombro. Cuando recorría cada rincón de su tierra se
detenía a contemplar la hermosura sembrada por su Padre, e invitaba a sus
discípulos a reconocer en las cosas un mensaje divino». [38]
65. Al
mismo tiempo, «las criaturas de este mundo ya no se nos presentan como una
realidad meramente natural, porque el Resucitado las envuelve misteriosamente y
las orienta a un destino de plenitud. Las mismas flores del campo y las aves
que él contempló admirado con sus ojos humanos, ahora están llenas de su
presencia luminosa». [39] Si «el universo se desarrolla en Dios, que lo llena
todo, entonces hay mística en una hoja, en un camino, en el rocío, en el rostro
del pobre». [40] El mundo canta un Amor infinito, ¿cómo no cuidarlo?
Caminar en comunión y compromiso
66. Dios nos
ha unido a todas sus criaturas. Sin embargo, el paradigma tecnocrático nos
puede aislar del mundo que nos rodea, y nos engaña haciéndonos olvidar que todo
el mundo es una “zona de contacto”. [41]
67. La
cosmovisión judeocristiana defiende el valor peculiar y central del ser humano
en medio del concierto maravilloso de todos los seres, pero hoy nos vemos
obligados a reconocer que sólo es posible sostener un “antropocentrismo
situado”. Es decir, reconocer que la vida humana es incomprensible e insostenible
sin las demás criaturas, porque «todos los seres del universo estamos unidos
por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una
sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde». [42]
14
68. Esto no
es producto de nuestra voluntad, tiene otro origen que está en la raíz de
nuestro ser, ya que «Dios nos ha unido tan estrechamente al mundo que nos
rodea, que la desertificación del suelo es como una enfermedad para cada uno, y
podemos lamentar la extinción de una especie como si fuera una mutilación».
[43] Así terminamos con la idea de un ser humano autónomo, todopoderoso,
ilimitado, y nos repensamos a nosotros mismos para entendernos de una manera
más humilde y más rica.
69. Invito
a cada uno a acompañar este camino de reconciliación con el mundo que nos
alberga, y a embellecerlo con el propio aporte, porque ese empeño propio tiene
que ver con la dignidad personal y con los grandes valores. Sin embargo, no
puedo negar que es necesario ser sinceros y reconocer que las soluciones más
efectivas no vendrán sólo de esfuerzos individuales sino ante todo de las
grandes decisiones en la política nacional e internacional.
70. No
obstante, todo suma, y evitar entre todos un aumento de una décima de grado en
la temperatura global ya puede ser suficiente para evitar algunos sufrimientos
a muchas personas. Pero lo que importa es algo menos cuantitativo: recordar que
no hay cambios duraderos sin cambios culturales, sin una maduración en la forma
de vida y en las convicciones de las sociedades, y no hay cambios culturales
sin cambios en las personas.
71. El
esfuerzo de los hogares por contaminar menos, reducir los desperdicios,
consumir con prudencia, va creando una nueva cultura. Este solo hecho de
modificar los hábitos personales, familiares y comunitarios alimenta la
preocupación frente a las responsabilidades incumplidas de los sectores
políticos y la indignación ante el desinterés de los poderosos. Advirtamos
entonces que, aun cuando esto no produce de inmediato un efecto muy notable
desde el punto de vista cuantitativo, sí colabora para gestar grandes procesos
de transformación que operan desde las profundidades de la sociedad.
72. Si
consideramos que las emisiones per cápita en Estados Unidos son alrededor del
doble de las de un habitante de China y cerca de siete veces más respecto a la
media de los países más pobres, [44] podemos afirmar que un cambio generalizado
en el estilo de vida irresponsable ligado al modelo occidental tendría un
impacto significativo a largo plazo. Así, junto con las indispensables
decisiones políticas, estaríamos en la senda del cuidado mutuo.
73. «Alaben
a Dios» es el nombre de esta carta. Porque un ser humano que pretende ocupar el
lugar de Dios se convierte en el peor peligro para sí mismo.
Dado en Roma, en la Basílica de San Juan de
Letrán, el 4 de octubre, Fiesta de san Francisco de Asís, del año 2023, décimo
primero de mi Pontificado.
FRANCISCO