16
septiembre 2024
El Santo
Padre ha anunciado que el 2025 será un Año de Jubileo o Año Jubilar, algo que
ocurre cada 25 años. El tema de este Jubileo 2025 es “Peregrinos de esperanza”,
pues será un año de esperanza para todo el mundo, que sufre el flagelo de las
guerras, los efectos persistentes de la pandemia de COVID-19 y la crisis del
cambio climático.
¿Qué es
un jubileo?
‘Jubileo’ es
el nombre de un año particular: parece que deriva del instrumento utilizado
para indicar su comienzo; se trata del yobel, el cuerno de carnero, cuyo sonido
anuncia el Día de la Expiación (Yom Kippur). Esta fiesta se celebra cada año,
pero adquiere un significado particular cuando coincide con el inicio del año
jubilar. A este respecto, encontramos una primera idea en la Biblia: debía ser
convocado cada 50 años, porque era el año ‘extra’, debía vivirse cada siete
semanas de años (cfr. Lv 25,8-13). Aunque era difícil de realizar, se proponía
como la ocasión para restablecer la correcta relación con Dios, con las
personas y con la creación, y conllevaba el perdón de las deudas, la
restitución de terrenos enajenados y el descanso de la tierra.
Citando al profeta Isaías, el evangelio según san Lucas describe de este mismo
modo la misión de Jesús: «El Espíritu del Señor está sobre mí; porque él me ha
ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la
libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos, a
proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4,18-19; cfr. Is 61,1-2). Estas
palabras de Jesús se convirtieron también en acciones de liberación y de
conversión en sus encuentros y relaciones cotidianos.
Bonifacio VIII, en 1300, convocó el primer Jubileo, llamado también “Año
Santo”, porque es un tiempo en el que se experimenta que la santidad de Dios
nos transforma. Con el tiempo, la frecuencia ha ido cambiando: al principio era
cada 100 años; en 1343 se redujo a 50 años por Clemente VI y en 1470 a 25 años
por Pablo II. También hay momentos ‘extraordinarios’: por ejemplo, en 1933, Pío
XI quiso conmemorar el aniversario de la Redención y en 2015 el Papa Francisco
convocó el año de la Misericordia. También ha sido diferente el modo de
celebrar este año: en el origen coincidía con la visita a las Basílicas romanas
de san Pedro y san Pablo, por tanto, con la peregrinación, posteriormente se
añadieron otros signos, como el de la Puerta Santa. Al participar del Año Santo
se obtiene la indulgencia plenaria.
Los
Jubileos a lo largo de la Historia
Entre los
antiguos judíos, el jubileo (llamado año del yobel, “de la cabra” porque la
fiesta se anunciaba con el sonido de un cuerno de cabra) era un año declarado
santo. Durante este período, la ley mosaica prescribía que la tierra, de la que
Dios era el único propietario, debía volver a su antiguo dueño y los esclavos
debían recuperar su libertad. Solía suceder cada 50 años.
En la era cristiana, tras el primer Jubileo en 1300, los plazos para la
celebración del Jubileo fueron fijados por Bonifacio VIII cada 100 años. A raíz
de una petición de fieles romanos hecha al Papa Clemente VI (1342), el periodo
se redujo a 50 años.
En 1389, en recuerdo del número de años de la vida de Cristo, fue Urbano VI
quien quiso fijar el ciclo jubilar cada 33 años, y convocó un Jubileo en 1390,
que, sin embargo, fue celebrado por Bonifacio IX tras su muerte.
No obstante, en 1400, al final del período de cincuenta años previamente
fijado, Bonifacio IX confirió el perdón a los peregrinos que habían acudido a
Roma.
Martín V, celebró un nuevo Jubileo en 1425, haciendo que se abriera por primera
vez la puerta santa en San Juan de Letrán.
El último en celebrar un Jubileo de 50 años fue el Papa Nicolás V en 1450, ya
que Pablo II redu el periodo interjubilar a 25 años, y en 1475 se celebró un
nuevo Año Santo por Sixto IV. A partir de entonces, los jubileos ordinarios se
celebraron a intervalos regulares. Por desgracia, las guerras napoleónicas
impidieron la celebración de los jubileos de 1800 y 1850. Se reanudaron en
1875, tras la anexión de Roma al Reino de Italia, que se celebró sin la
solemnidad tradicional.